Largos y sinceros aplausos entre el público. Sonrisas de satisfacción entre los trabajadores para saber que se ha sabido hacer bien el trabajo. El Esbart Cadí de Bagà supo convertir la danza tradicional en un espectáculo en el acto central de conmemoración de los sesenta años de vida. Al inicio de la actuación un arrebato de emoción recorría el espinazo de los que habían de salir bailar. Detrás había horas de trabajo y delante nervios para tenerlo todo controlado y que todo saliera escrupulosamente tal como se había ensayado. Los últimos veinte minutos fue un no parar. Fragmentos de danzas dinámicos, sin pausas y la voluntad de mantener todo el tiempo atentos a los espectadores. También fue una ocasión para que los pies de los antiguos danza recordaran como se salta y cuáles son los pasos que se necesitan hacer cuando suena la música tradicional que hace bailar las bandadas. Unos 130 trabajadores que han mantenido viva la entidad los últimos sesenta años salieron a bailar.
Toni Rossell lleva los bailes tradicionales y, especialmente, el Esbart Cadí en la sangre. Danza desde que tiene cinco años. Su padre dirigió el grupo. Por este motivo, cuando vio detrás de las cortinas la cantidad de gente que había en el pabellón deportivo de Bagà, el gusanillo que siempre tiene en el estómago antes de iniciar cualquier trabajo se hizo más grande. Cerca de 600 personas se reunieron en el recinto domingo por la noche. Sobre todo eran vecinos de Bagà, pero también de otros puntos del Berguedà. "Había nervios", confesó. En la primera parte, los grupos infantiles, el cuerpo de danza y antiguos trabajadores ofrecieron algunos bailes típicos que han ido bailando a lo largo de los años. Todo ello acompañado de fotografías que repasaban las seis décadas de la entidad. Unos 130 trabajadores salieron a la pista al ritmo de las músicas. Pero mientras los bailes iban sucediendo, Rossell se iba encontrando más cómodo. Y es que el acto le ofreció la oportunidad de volver a bailar con rostros con los que había bailado años atrás.
María y Berta Guitart son hermanas. Tienen ocho y seis años, respectivamente, y bailar con los grupos infantiles. Dicen que no estaban nerviosas al inicio del acto. "Ya hacía meses que ensayábamos", comentó María, mientras miraba como danzaban los más grandes. Todo de familiares suyos han pasado por la entidad. Y es que, tal como afirman los responsables, "es raro no conocer alguna familia en Bagà que no tenga alguno de sus miembros haciendo algo u otra dentro del Esbart Cadí".
El plato fuerte se había reservado para la recta final, cuando los Danzas dejaron los trajes tradicionales y vestían con pantalón y jersey negro. Durante veinte minutos se fueron sucediendo fragmentos de danzas sin pausa. No hubo ni un segundo de respiro. 
Miquel Bailón dirige las danzas del Esbart Cadí. Él, de hecho, es miembro de Ballets de Cataluña, de Barcelona, pero hace tres años que está vinculado al grupo Bagan. Defiende que el grupo hace un buen papel en sus actuaciones porque tiene un alto nivel de exigencia. Destaca el esfuerzo de todos los jóvenes que participan en el Esbart Cadí. "Muchos son jóvenes que entre semana no están en la villa. Hay que valorar que la entidad lleva adelante gracias a este sacrificio".
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